27.12.10

This is not a Christmas Song


- Mira, cariño: El vecino de enfrente ha montado un puticlub en su piso.
- Pero, ¿qué coño dices? Eso son las luces de Navidad.




así es,
la máquina sigue girando
como una peonza sin control,
cuanto más rápido, antes termina…
mentira, mentira,
mentira…


se equivoca
y después
se vuelve a equivocar


this is not a christmas song,
la misma del año pasado,
la misma del que vendrá


y así es,
                        aunque cometas la horterada de mezclarla con inglés,

y así será

será…



this is not a sad sad new song,
porque aún quedan más de dos minutos
para cruzar el Rubicon


este bolígrafo no quiere escribir esta canción
esta hoja en blanco pide a gritos un puto contenedor
esta cabeza sólo piensa en pensar en ti,
en mi,
en tiyenmi,
en dos,
en uno

en nada



yo preferiría una cabalgata de valquirias
un gran pantano de los cisnes
una marcha turca crepuscular


no me pidas hoy ser original,
cuando todo desde hace rato suena igual


hoy no te voy a rimar,

no me pidas
no me digas
que te escriba

algo bonito porque,
vida mía,

todo no va a ser poesía


23.12.10

El maldito gafe de la duodécima avenida

Se lo habían pedido por activa, por pasiva, de rodillas y de pie, de frente, de perfil, con una pistola en la sien o mientras le practicaban sexo oral… De todas las maneras posibles, en cualquiera de sus múltiples combinaciones; y al fin, el año que Vito dejó de comprar lotería, el premio gordo, ese que roza la obesidad más mórbida y, sin embargo, ningún médico diagnostica como enfermedad, cayó de pleno en su barrio.

Todos los vecinos se sentían en deuda con él, y fueron uno por uno a agradecer el gesto que todo buen gafe debe hacer al menos una vez en su vida, que no es otro que el de no entrometerse en las ilusiones de los demás. Aquella mañana, en muy poco tiempo, su casa se llenó de gente tan feliz que Vito se contagió del ambiente ofreciéndoles a todos que se quedasen allí para continuar la fiesta de celebración, que duró tres intensos días.

Una semana más tarde, el juez, al que dicho sea de paso le jodieron las vacaciones, dictó sentencia. Cada vecino tuvo que indemnizar al pobre desdichado con el ochenta y siete coma tres por ciento de su premio por daños y perjuicios, morales, psicológicos y materiales ocasionados por la gran depresión que le causó que le restregasen su buena fortuna y, para mayor desfachatez, haciendo uso indebido de su vivienda.


Ahora, Vito vive en una isla del Océano Índico donde ni el cambio climático se atreve a llevarle la contraria por si las moscas. Y en su antiguo barrio, han colocado un cartel a la entrada que dice: Se busca gafe que compre lotería.

20.12.10

El Templo de los Iguales

A la luz del mediodía, La Miseria, con sus guantes deshilachados y las orejas escarchadas, donde el más afortunado tenía un cigarrillo reutilizado en la boca, rondaba la puerta de la casa de un conocido señor cuando, al doblar de las campanas, se puso toda en pie formando el pasillo por el que comenzaba a salir La Riqueza, vestida para la ocasión con la cabeza gacha, aunque llena de orgullo al haber lavado su conciencia en el platillo de la caridad. Por eso depositaron en las manos de “los otros” algo de aire viciado y alguna mirada de desprecio.

17.12.10

Más allá del Lejano Oriente

No era día de cumpleaños, no era viernes, ni mucho menos sábado. No era fiesta de guardar, ni un puto San Valentín. Era otro día cualquiera, otro día más que comenzaba cara a cara con la taza del café con leche, a temperatura de la lava volcánica, de todas las mañanas en el bar de siempre. Después, con la lengua hecha un callo al rojo vivo, abriría la tienda de discos donde trabajaba. Dos o tres clientes, algún que otro fumado en busca de cosas raras; un pequeño almuerzo en el mismo bar con algún amigo desertor de sus obligaciones; un par de horas más en la tienda; el regreso a casa,…

Sin embargo, al tiempo que pensaba en la interminable pescadilla que se hacía polvo la cola y sacaba la billetera para pagar el desayuno, sintió la brisa de la mañana en su nuca y supo, no le preguntéis cómo, que algo parecido a un ángel acababa de cruzar la puerta.

Todo ensordeció, las luces se hicieron más intensas, difuminándose con el ambiente. Al darse la vuelta vio, a trescientos fotogramas por segundo, al ser más perfecto que habría cabido nunca en su imaginación. Ese pelo rubio que no aparecía ni en el mejor anuncio de Pantene, esa tez cuidada hasta el último milímetro, esas piernas largas que le llegaban hasta el suelo, esos ojos tan, tan, tan,…


Cuando volvió a poner los pies sobre la Tierra, su trasero en el taburete, y consiguió escuchar de nuevo, su mirada cambió a los veinticuatro fotogramas por segundo a los que se acostumbra a ir por la vida, para caer en la cuenta de que se había quedado demasiado tiempo con los ojos clavados, muy clavados, en aquella mujer, que ya estaba sentada cerca de él con una taza de café en sus manos y que ahora le miraba dedicándole una tímida sonrisa, al sentirse observada.

Esa fue la señal que esperaba, de modo que sin dudarlo un instante se acercó sin saber nada de lo que iba a decir y, como cabía esperar, no salió una palabra de su boca:

–Hola –saludó, por supuesto, ella –. ¿Nos conocemos de algo?

Y justo en el punto de cierre de la interrogación fue cuando lo recordó todo:

–No exactamente. Te vi hace un año, dos meses, cinco días y catorce horas… con los minutos nunca soy muy preciso. Estabas sentada a la entrada del Parque Este, con el pelo recogido, chaqueta de piel marrón, botas rojas, y un bolso negro, pantalones blancos y sujetabas un cigarrillo con unos guantes de cuero negro, pero todo eso con la misma cara, igual de bella como estás ahora. Esperabas a alguien, y lo sé porque cuando iba a acercarme aparecieron dos chicas que se fueron contigo en dirección opuesta donde yo estaba. Entonces pensé que quizás eso podría ser un juego del destino: si te volvía a ver significaría que eras tú la mujer que he estado esperando toda mi vida. Por eso, desde ese día no he hecho otra cosa que esperarte, y siento que es lo que llevo haciendo desde siempre. Y ahora estoy de nuevo frente a ti. ¿Qué me dices? No te quedes tan callada.
–¿De veras has estado todo este tiempo esperándome? –preguntó mientras, comenzaba a caer una lágrima por su mejilla.
–Sí, y me acabo de dar cuenta que habría esperado mucho más.


Cuatro lágrimas salieron de sus ojos, en dirección a la boca y hubo un silencio que duró décadas. Pero cuando la quinta lágrima rozó la comisura de sus labios, la chica no pudo contenerse más y estalló con una carcajada que pudo oírse más allá del Lejano Oriente.

15.12.10

Consinti (No Va Más)

Hoy, cuando la negra noche
sea aún más negra
y tus oscuros ojos,
todavía más oscuros,
miren a otra parte,
no pienso pedirte que te quedes,
ya no me haces falta,
prefiero que te largues.

Por eso te lo diré bien bajo,
susurrándote al oído,
para que no me escuches
mientras duermes.




…quédate esta noche

10.12.10

El suicida del quinto piso

El suicida del quinto piso es un tipo muy pesado, se pasa el día entero de aquí para allá, haciendo ruido, mucho ruido, y por la noche no para de aullar por la ventana. Es muy irritante, pero no me atrevo a decirle nada, no vaya a ser que le mate.

El suicida del quinto piso es un hombre un poco raro, cuando le preguntas por lo suyo nunca tiene tiempo. Padece de vértigo, es alérgico a las fibras de cuerda y a innumerables medicamentos, es pacifista y no soporta las armas (ni siquiera las blancas).


Sin embargo, el suicida del quinto piso no quiere que hoy sea su último día y ha estado bien tranquilo. Y yo le comprendo. Es domingo.

Cosas que hacen que la vida sea una mierda #1

En algunas ocasiones, cuando crees que no hay nada más que hacer, no hay nada mejor que acercarse, como quien no quiere la cosa, a cualquier librería, biblioteca o, en el caso de una desidia tan grave que te impida mover las piernas, desempolvar un libro cualquiera y darte cuenta de que todo lo que has escrito hasta ahora es una puta mierda. La espuma de los días, El Perfume o la maldita Historia Interminable…. es cuestión de leer un par de líneas para saberlo.

Y habrá quien siga diciendo que los libros te hacen compañía. Otra puta mentira. Los libros sólo sirven para encontrar lo que nunca tendrás. Son como ese amigo millonario que te enseña muy orgulloso su Porsche Cayman pero se niega en rotundo a que tú lo pruebes. Mira todo lo que quieras, muchacho, porque esto será lo más cerca que estés de algo así.


En otras ocasiones, cuando ya si que no tienes nada más que hacer, como quien no quiere la cosa, recuerdas esa estúpida canción del cantante-“compositor” de mierda actual y te acercas al ordenador a leer (y digo leer, escuchar sería demasiada molestia) cualquiera de sus estupendas letras y darte cuenta de que todo es una puta mierda. “Fui al portal de Belén que tiene un par de tetas…”, es cuestión de leer un par de líneas para saberlo. ¿Por qué no me metí a clases de canto? Quizás por mi sentido del ridículo…


Después de eso, no pasa mucho tiempo para ir de nuevo a la estantería y coger un libro, de Bécquer, de Boris Vian, de cualquiera. Y es precisamente ahí cuando, casi sin darte cuenta, abres otra puerta para entenderlo… ¿A quién coño le hace falta un Porsche Cayman cuando otros lo usan para cagarse dentro?

9.12.10

Bella de Noche

Bella de noche
burla a la luz del día,
enloquece ante toda oscuridad
prisionera en el corazón de sus ojos,
negros, blanco azabache cristal.


Mirada triste,
voz felina,
inocencia cautiva

de besos
envasados al vacío,

una gota de su piel
un castigo para el frío.

_____________


Bella de noche,
trágico vodevil en sus ojeras
cuando la lluvia cae por la mejilla,
cura la herida,
bálsamo en sombra ennegrecida.

Labios de invierno vespertinos
cegaron de una vez al canto, 
envidia insana del sueño eterno
donde al fin ardió tu llanto.

Yemas de unos dedos
que rasgaron el viento
callándole la boca a un tiempo
que nunca quiso ser de ayer.

_____________


Todo es triste,
nada existe.
Y sin embargo yo
sigo sinsaber.

6.12.10

Boris Vian tenía razón

Si fuera poeta
Sería un borracho
Tendría una nariz roja
Una gran caja
En la que apilaría
Más de cien sonetos
En la que apilaría
Mis obras completas.



–Hola, Tom.
–¿Qué hay, Jimmy? ¿Cómo tú por aquí?
–Venía por cigarrillos, pero no veo ninguna maldita máquina en este antro.
–¿Cigarrillos? Yo tengo de sobra. ¿Tienes encendedor?
–Sí.
–Justo lo que me falta. Siéntate un rato, amigo.



Un poeta
Es un ser único
En montones de ejemplares
Que no piensa más que en verso
Y no escribe más que en música
Sobre motivos diversos
Unos rojos otros verdes
Pero magníficos siempre.



–Oh, no gracias, Tom. Tengo cosas que hacer. Quizás otro día.
–Otro día puede ser nunca, Jimmy, y tú lo sabes bien. Deja que las cosas reposen, si les das demasiadas vueltas acaban vomitando. Hace tiempo que no charlamos. Dime, ¿qué tal te va? ¿Estás trabajando en algo nuevo?
–En algo sí, nuevo no.
–¿Y eso?
–Falta de cigarrillos.



Si los poetas fueran menos tontos
Y si fueran menos perezosos
Harían a todos felices
Para poder dedicarse en paz
A sus sufrimientos literarios
Construirían casas amarillas
Con grandes jardines delante
Y árboles llenos de pájaros
Mirliflautas y lisosos
Parongros y verderones
Y pequeños cuervos muy rojos
Que dirían la buena ventura
Habría grandes chorros de agua
Con luces dentro
Habría doscientos peces
Desde el crusco hasta el ramusón
De la libela al pepamulo
De la aguja al rara curul
Y de la avela al cañizón
Habría aire completamente nuevo
Perfumado con el olor de las hojas
Comeríamos cuando quisiéramos
Y trabajaríamos sin prisa
Para construir escaleras
De formas nunca vistas
Con maderas veteadas de malva
Suaves como ella bajo los dedos



–¡Ves como tengo razón! Siéntate de una maldita vez, coge un cigarrillo y pide que te sirvan.
–No sé cómo puedes estar aquí. Este sitio es una verdadera mierda.
–Sí, lo sé. Por eso vengo. Si me gustase, no vendría. Los sitios que me gustan me distraen.
–De acuerdo, me fumaré un cigarrillo.



Pero los poetas son muy tontos
Escriben para comenzar
En vez de ponerse a trabajar
Y eso les da remordimientos
Que conservan hasta la muerte
Encantados de haber sufrido tanto
Les dan grandes discursos
Y se les olvida en un día
Pero si fueran menos perezosos
Sólo en dos serían olvidados.



(Boris Vian, Je voudrais pas crever, 1962)

1.12.10

Ausente

Los colores estaban tan vivos como el primer día,  aquel paisaje inalterado era un lugar perfecto: lo más parecido al Paraíso, según todos los que habían estado en él. Sin embargo, la mujer de la foto no sonreía desde hacía algunos años.  Y es que, como todo el mundo puede comprender, estar enmarcado durante demasiado tiempo sobre la balda de una estantería común, compartiendo espacio con el polvo, no tiene ni puta gracia.